Maracana-1950

5 de julio de 2006

Mi equipo

Nada no importante deseo más que ver a España jugar una semifinal de un mundial de fútbol.

Este acontecimiento cada cuatro años de alguna manera sirve de referencia en mi vida. Desde 1982. Entonces era un crío, y de aquel verano recuerdo la puerta de la calle abierta por el calor asfixiante, los bocadillos de sardinas por la tarde, y las galopadas de Conti por la banda. Del 86 sobre todo me viene a la mente la nota que nos dejó mi padre en un papel, antes de irse a trabajar, al día siguiente del partido de cuartos ante Bélgica. Se había prolongado a la prórroga, tras el gol de Señor casi al final. Y en ese momento mi padre me mandó a la cama. Soñé con la ilusión de la victoria. No me podía imaginar que veinte años después no hemos acabado de dar ese paso que entonces no parecía tan difícil. Ganar dos eliminatorias de cruce. En esa nota ponía algo así: "Hemos perdido en los penalties, después de fallar muchas oportunidades. Ha sido una pena, lo siento". Ahora pienso que ha pasado mucho tiempo, y que quizá mi padre ya no querría trasnochar tanto para ver un partido de fútbol.

En 1990 estaba mi abuela en casa. Acababa de morir mi abuelo, y mientras se decidía algo más concreto, ella pasaba un mes en casa de cada hijo. Con ella ví los partidos, y debo reconocer que en aquel campeonato, tras caer pronto ante Yugoslavia, conseguí ilusionarme viendo a otra selección. Era Argentina: tenía un equipo muy flojito futbolísticamente, pero un portero en un estado de forma como no volví a ver a otro, Goycoechea, un poco de orden, y Maradona y la melena rubia de Caniggia arriba. Pudieron ser campeones si a un árbitro mejicano no le da por decidir a él el campeonato de manera absurda, con un penalty dudoso. El partido de octavos entre Brasil y Argentina, con la canarinha volcada de inicio a fin, es para mi inolvidable. Una ocasión, sólo una, en que salieron de su área, un pase de Maradona y una definición maravillosa de Caniggia. Luego Argentina ganó en los penalties a Yugoslavia, tras fallar Maradona el suyo, y de la misma manera eliminaron a Italia, tras otro gol de Caniggia, y más penalties. Era el primer tanto que encajaba Italia, que parecía imbatible.

En el 94 las cosas no iban bien para mí. Y Salinas se encargó de no encauzarlas por un día.

En Francia, en 1998, se habían producido cambios, y todo andaba mejor. Ya tenía novia y trabajo. No veía los partidos en casa ya que quedaba con ella y los veíamos por ahí. A ella siempre le ha gustado mi pasión por la selección.

En 2002 se palpaban cambios. Ví el partido de Corea, una de las mayores decepciones de mi vida, con varios amigos. Ya apenas les veo, a algunos nada. Por entonces no me podía imaginar este desencuentro.

Y ahora, en casa, con mi mujer, en 2006. Creo que en el futuro recordaré sobre todo el gol de Zidane, la puntilla. Y los deseos de ver a mi selección tirar a puerta, armarse de valor para comerse con patatas a los franceses. Justamente al contrario de lo que sucedió.

Me encantó una cosa que le oí decir, en la cadena de televisión Cuatro, al periodista Nico Abad. Dijo que veía a la selección como a un niño, tratando de dar pasos, pero costándole muchísimo. Ese sentimiento de cariño me pareció maravillosa. Nunca abandonaré a mi equipo. Mi equipo es la roja.