Maracana-1950

8 de noviembre de 2006

Frank Rijkaard

Cuando acabó el partido de Liga de Campeones entre el Barcelona y el Chelsea, con el empate a última hora de Drogba, y la escena impagable de Mourinho reclamando protagonismo, Rijkaard no pudo más y estalló. Entonces demostró la debilidad del ser humano.

Ahora me cae aún mejor porque le he visto caer, no poder más ante la presión. Durante tiempo pensé que nunca se volvería a mostrar perdiendo los nervios, y que toda la mala leche que tenía en su cuerpo la había expulsado sobre Voeller, el día en que le escupió en aquella jornada mundialista de Italia 90 ya lejana. A partir de ahí su trayectoria era impecable. Ni una palabra mala hacia nadie, sin responder a provocaciones, siempre pensando en cómo hacer mejor las cosas. En ocasiones no ha sido fácil, porque Mourinho las tira con bala, y ahí hay que ser muy cauto. La prueba de que no entrar en esa guerra ha sido una decisión acertada es lo mal que parece sentarle eso al portugués, al menos eso se deduce viéndole sangrar en las ruedas de prensa.

Pero el otro día Rijkaard no pudo resistir. Pensaba que por fin iba le iba a ganar siendo once contra once. Que se le bajarían los humos. Que la clasificación se encauzaba. Todo cayó en un descuento largo pero que se correspondía con las pérdidas de tiempo. Y el tanto del equipo inglés, aunque duela, hizo justicia.