Maracana-1950

7 de diciembre de 2006

Recuerdos sobre ruedas


He escuchado la noticia que viene de Francia. El diario Le Monde publica una entrevista con Eufemiano Fuentes, en la que vuelve a dejar caer cosas, pero sin concluir nada. Dicho periódico ahora investiga la posible relación de este señor con equipos punteros del fútbol español. No les voy a dedicar ni una palabra. Los franceses siempre me dan la impresión de que en el tema del doping se comportan como talibanes, y Eufemiano no es ningún ejemplo a seguir así que sólo me interesa lo que diga delante del juez. Por tanto, este artículo se lo dedico a los profesionales que siempre he admirado del mundo del ciclismo: los que pedalean sin descanso. Sin olvidar a algunos periodistas que llevan muchos años unidos a ese mundillo, que se nota que lo aman y que me merecen todos los respetos.

Desde crío seguí con entusiasmo las carreras que echaban por la tele. Mi infancia fue unida a los hachazos de Perico Delgado, todo comenzó el año en que sorprendió al mundo con su manera de subir, de bajar, y de perderlo todo tras un día de descanso. Desde entonces no he podido abandonarlo y, aunque cada vez se hace más difícil, todos los años me asomo en cuanto puedo a esa hermosa ventana desde la que veo pedalear a grandes campeones. En décimas de segundo me vienen a la mente los rostros de montones de ciclistas merecedores de que se les nombre: por supuesto, el más grande, Indurain, pero no sólo él. ¿Quién no recuerda a Arroyo, Lejarreta, Echave, Chozas, Recio, Cabestany, Mújika, Carlos Hernández, Manuel Jorge Domínguez, Serrapio, Pepe del Ramo, Felipe Yáñez, por citar sólo a algunos españoles? Y tantas anécdotas: si tuviera que destacar alguna… de la Vuelta la remontada de Perico el día en que le birlaron el triunfo a Millar. Era una gozada ver a Pepe Recio dejándose el alma. Del Giro me viene a la cabeza el día que subieron el Gavia, (me refiero al año en que ganó el americano Hampsten) en medio de la nieve, uno de los más duros de la historia del ciclismo moderno. Pero también los apaños que hacían para que siempre ganara Saronni o Moser, perjudicando a los demás (Visentini, Fignon). Del Tour, sin duda, el día que ganó Delgado en Luz Ardiden, entre la niebla, con Luis Herrera pisándole los talones.

Pero la tragedia no se ha querido separar nunca. Fallecidos en el coche (Alberto Fernández, Mariano Rojas), atropellados mientras entrenaban (Antonio Martín, campeón en ciernes, Ricardo Otxoa, otro gran corredor, su hermano Javier gracias a Dios se salvó y está entre nosotros), accidentes en carrera (Casartellí, Sanroma, Kivilev, ahora Isaac Gálvez), desgracias personales (Pantani, el Chaba Jiménez), han llenado de tristeza un deporte ya de por sí suficientemente duro. Ciclistas colombianos que se han ido perdiendo en diversos accidentes. Ni la prensa se ha librado, aún recuerdo el escalofrío que sentí al enterarme de la repentina muerte del periodista Pedro González un primero de año.


Demasiadas muertes. El ciclismo es un deporte que a veces se convierte en insufrible, pero que no se puede dejar de querer cuando lo has conocido. Por eso hoy me he acordado de ellos otra vez. Y de las carreras de chapas a las que jugaba hace veinte años. Así que el artículo de marras de Le Monde ha servido para algo bueno.