Maracana-1950

18 de noviembre de 2006

Puskas


Ha muerto Puskas, el húngaro del gol por partido. El jugador que el Real Madrid rescató cuando andaba perdido por Europa, huyendo de la invasión rusa que asediaba a su país. Ese futbolista algo atípico, bajito y con sobrepeso, que le pegaba a la pelota como nadie.

Sus estadísticas son asombrosas, por algo se le nombró el goleador del siglo, y su historia también llama la atención: cuando ya lo era todo en Hungría aprovechó un viaje a España para escapar de la revolución allí impuesta. Le salió caro: veinticinco años de exilio, callado ante los insultos que le llegaban, para no perjudicar a sus familiares que habían quedado allí. Cuando volvió era un héroe otra vez. Entre medias había ganado cinco ligas con el Real Madrid, tres Copas de Europa, e incluso le había dado tiempo a disputar cuatro partidos con la selección española, por ejemplo en el mundial de Chile de 1962, donde, como casi siempre, no tuvimos suerte ni con el sorteo.

Jugó hasta los cuarenta años, pero con dieciséis ya era titular en su equipo, el Kispest, y a los dieciocho debutó con Hungría. Participó muy activamente en aquella selección que era un rodillo en la década de los cincuenta, campeona olímpica en Helsinki en 1952, subcampeona en la Copa del Mundo de 1954 en Suiza, aquel verano en que metieron ocho goles en la primera fase a Alemania, para luego caer con ellos en la final, en uno de los partidos más memorables de la historia. A los ocho minutos ya ganaban dos a cero, pero… de los alemanes no se puede uno fiar, ya se sabe que luchan hasta el final. Desde entonces la sospecha de doping germano en el descanso del partido siempre ha sobrevolado, pero sin pruebas de momento. Aquella Hungría de Kocsis, Hidegkuti, Czibor y Puskas, le había ganado en semifinales a la hasta ese partido invicta en mundiales Uruguay, en la prórroga por cuatro a dos, en un partido histórico. Y en cuartos a Brasil, en la batalla de Berna.

Pero no sólo eso, el año anterior habían retado a Inglaterra, invicta también hasta entonces, aunque sólo en su país y ante equipos de fuera de la isla, a un doble enfrentamiento. En Wembley le metió seis. En Hungría siete. Fútbol total. Quizá la mejor selección de todos los tiempos.

Más tarde vino la invasión rusa, el exilio y la resurrección en la casa blanca, donde estuvo casi diez años, y donde algunos que lo vieron afirman que era el mejor jugador de todos los tiempos.
Después de jugar entrenó, su mayor éxito fue conducir a una final europea al Panathinaikos, contra el inexpugnable Ajax de Cruyff. Pero supongo que para él lo mejor fue poder volver tranquilo a su país, al que incluso llegó a entrenar en la década de los noventa.


Como persona también le adoraban sus amigos, pero esas cualidades tendrán que recordarlas ellos. A los que le vieron les queda ese recuerdo en la retina. Los que no pudimos, nos lo imaginamos rompiendo el balón con el pie y metiéndolo por la escuadra. Y hoy, después de conocer su muerte, queremos recordar a ese tipo que sacó una media de un gol por partido, después de más de veinte años en los campos de fútbol.

1 Comments:

At 21 noviembre, 2006 10:12, Anonymous Anónimo said...

Me alegro que te haya gustado Pedro, sobre todo porque tú conocías mejor su trayectoria.

 

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