Maracana-1950

24 de agosto de 2006

Ferrero

La semana pasada Juan Carlos Ferrero estuvo a punto de volver a ganar un torneo importante, bastante tiempo después de su último éxito. Es una pena que al final Roddick le arrebatara el triunfo del Masters Series de Cincinnati, pero viéndole golpear la pelota otra vez con esa confianza que le caracterizaba parecía intuirse un resurgimiento que se está haciendo esperar ya demasiado tiempo.

Ferrero se hizo famoso en el año 2000, cuando, con una sangre fría casi heladora y una calidad que nos sorprendió a todos los aficionados al tenis nos llevó a ganar por primera vez la ensaladera. Sus victorias sobre Rafter, que estaba en un momento excepcional, y con el cual mantuvo un duelo titánico, salvando el saque a base de bolazos a las esquinas, y la última sobre Hewitt, un gladiador que no da un punto por perdido, están en la historia de nuestro tenis.

Pero no eran sus primeros grandes partidos. Ya había jugado y perdido una semifinal gloriosa de Roland Garros ese mismo año frente a Kuerten (al mejor Kuerten), semifinal que repetiría al siguiente año con idéntico resultado. Y durante la Copa Davis se había convertido durante el año en un baluarte, con la victoria por ejemplo ante la difícil Rusia.

Después del sonado triunfo del 2000, y tras quedarse cerca (aparte de las dos semifinales perdió una final ante un Alberto Costa en estado de gracia), consiguió lo que parecía uno de sus sueños: la victoria en el gran torneo francés. Durante varias temporadas mantuvo un nivel altísimo, con un juego basado en la seguridad en el golpeo, la derecha fuerte y colocada, el revés a dos manos y una mentalidad muy fuerte. Estuvo incluso a punto de ganar el Masters, y se iba acercando al número uno mundial.

Lo consiguió mientras disputaba el Open USA de 2003. Llegó a la final siendo ya el mejor jugador del mundo, y oyéndole hablar durante esos días, daba toda la sensación de que ese sí que era el gran sueño de su vida. Pero le duró poco. Roddick (otra vez él), le ganó la final con demasiada facilidad, y pronto empezó a dar signos de debilidad. Aparte tuvo lesiones que le minaron, y finalmente se fue convirtiendo en un jugador más, que ganaba partidos igual que los perdía, que tiraba muchas pelotas a la red, que no remontaba con facilidad, que perdía casi siempre los puntos importantes.

Por eso el Domingo pasado, cuando le tocó como rival Roddick, después de ganar nada menos que a Nadal, pensé que si ganaba podía cerrarse un paréntesis iniciado con aquella derrota del 2003. No pudo ser, pero yo sigo teniendo la esperanza de volver a ver a ese jugador seguro, que la ponía en la línea, que no fallaba casi nunca. Ojalá sea muy pronto.