Festival de goles

Barcelona y Real Madrid depararon uno de los partidos más entretenidos y emocionantes de lo que va de campeonato. Llegaban tocados por la eliminación europea, pero la reacción, al menos de cara al espectador, fue muy positiva. Cuando supe la alineación que iba a poner Capello pensé que, más por obligación que por otra cosa, el italiano sacaba un once atractivo. Sin Roberto Carlos, que fue todo lo grande que se quiera pero ya no lo es, sin Cannavaro, que ha defraudado todas las expectativas puestas en él, sin Emerson, jugador que en España es imposible que triunfe, y sin Beckham, que a mí, impopularmente, no me dice nada. Sólo me sobraba Raúl en el once. La defensa, con Ramos de líder, puede quedar bien apuntalada cuando regrese Cicinho, a nada que se fiche a otro central, ya que Helguera, aunque cumple, ya va para mayor. En el centro Diarra acompaña bien a Gago, no forman mala pareja porque se complementan bien. Y Guti jugó donde hace daño. Rijkaard volvió a apostar por el 3-4-3 que está costando la salud a los defensas y a los aficionados, y que debería replantearse porque, después de Zaragoza, no ha dado grandes resultados. Podía haber sido una buena opción si los blancos se hubiesen echado muy atrás, buscando sólo el empate, pero no fue así.

Desde el principio se vio que los ataques madridistas iban a llevar mucho peligro. Los visitantes habían salido sin complejos, con un Guti de lujo y la defensa azulgrana, como decía Valdano en la retransmisión, parecían grandes latifundios vacíos, en los que se entraba con enorme facilidad, si bien era el Barcelona el que llevaba el peso del partido. Antes de merecerlo, llegó el primer tanto, obra de un espléndido Van Nistelrooy, una pesadilla toda la noche, como lo había sido Ronaldo el año anterior. Pero la reacción no se hizo esperar, y el Barcelona, con Etoo creando mucho peligro por la banda, gozó de buenas ocasiones para irse al descanso con uno o dos goles de ventaja. Messi lideró a un equipo al que Ronaldinho está dejando huérfano. En una jugada muy bonita el argentino empató el partido, pero, un minuto después, el colegiado, bien toda la noche, señaló un claro penalti que de nuevo el holandés convirtió en ventaja para el Real Madrid. Otra reacción de los culés, varias ocasiones salvadas por el fenomenal Casillas, hasta que Messi vuelve a clavar el empate. En ese momento yo habría apostado a que ganaba el Barcelona.

Todo cambia cuando al filo del descanso Oleguer, que no había podido en ningún momento parar a los rivales, se autoexpulsa, demostrando que también dentro del campo se le va la olla. El primer tiempo había sido un espectáculo de juego de ataque, pero quedaba la duda de si en los segundos cuarenta y cinco minutos Rijkaard se cubriría un poquito más las espaldas, cosa que no hizo.

Esa segunda parte la divido en tres tramos. En los primeros quince minutos el Barcelona quería y no podía, pretendía llevar el protagonismo a pesar de tener uno menos, y jugó con un esquema tan valiente como temerario. El Real Madrid, en cambio, no parecía muy ambicioso. Luego llegó la fase en la que los blancos pudieron marcar varios goles, una vez tras otra se plantaban delante de Valdés, que sacó una mano que fue sin duda la parada del partido. Estos minutos culminaron con el tanto de cabeza de Ramos. Pero ahí decidieron echarse para atrás, en vez de sentenciar, como en la segunda parte del partido del Bernabéu contra el Bayern, por ejemplo y, más por orgullo que por otra cosa, el Barcelona se fue viniendo arriba, y tuvo varias ocasiones, sin demasiado peligro, casi todas protagonizadas por Iniesta. Ya en el descuento Messi culminó un partido de fábula, marcando otro gran gol, que hizo justicia, pues en el cómputo global el Barcelona no mereció perder. De hecho el partido acaba en el área madridista, con una acción sobre Ronaldinho dudosa, que yo tampoco hubiese sancionado con penalti, pero que si lo pita no pasa nada.

A pesar de los seis goles, los porteros hicieron grandes paradas y hay que destacarlos. También a Guti, Van Nistelrooy y, por supuesto, a Lionel Messi, sin duda alguna, el hombre del partido.