Maracana-1950

24 de julio de 2008

Flema inglesa


Llevo mucho tiempo sin actualizar el blog. Casi me da vergüenza meterme en él, pues cuando lo hago veo arriba del todo la última entrada, totalmente pasada de moda ya, en la que comentaba la final de la Copa de Europa… de clubes. Hay que ponerle remedio a esto.

El motivo del retraso ha sido, sobre todo, el trabajo y la ilusión que puse en un proyecto que se llevó muchas de mis horas más lúcidas. Este proyecto, que al principio se me hacía tan cuesta arriba, llegué a verlo al alcance de mi mano, para luego escaparse de los dedos sin que todavía acierte a comprender cómo. Como no soy de los que le gustan hablar en clave, paso a exponer la segunda y última causa por la que llevo tanto sin escribir: cuando dejo de teclear lo noto y luego no se me ocurren palabras para rellenar los blancos. Debe de ser algo muy normal en los que nos gustan que se nos lea, me imagino. Pero es cierto que la pereza me va pudiendo, no por la edad, ella sólo podrá doblegarme físicamente, sino porque uno a veces se sumerge en un desierto de aburrimiento, como diría el poeta, y no ve manera de salir de él.

Pero hemos quedado en que también eso se acabó. Si vuelvo a escribir de fútbol, tengo que hacerlo de la Eurocopa, pero para eso sobran las palabras, que son vencidas con claridad por los sentimientos. No voy a ponerme a explicar lo feliz que fui viendo a Casillas alzar la Copa, porque es algo que hemos compartido todos, y en lo que puedo aportar poco. Cuando perdíamos, en las memorables y que ahora me parecen hasta entrañables derrotas que antecedieron a este momento tan feliz como extraño, se me ocurrían miles de causas, de comentarios, de penas que compartir. Ahora no.

Si acaso diré que la escena de Cesc mascullando algo antes de tirar el penalti que nos quitó la losa de encima la tengo aún presente, que entonces mi querida compañera dijo algo parecido a “vamos, que se te note la flema inglesa”, y que en el momento de contactar con la pelota ya no tenía dudas de que habíamos ganado. Lo que siguió a aquello sólo es comparable con el gol de Señor que hacía el 12 ante Malta, lo demás, todo, queda por debajo. Supongo que todos enloquecimos, que diría Tomás Guasch, pero en mi caso no es una suposición. Aquella noche fue tan, tan feliz. La victoria ante Alemania seguro que hasta hizo llorar a muchos, pero en mi caso no tiene comparación: si me tengo que quedar con un momento, es ese: Cesc delante de Buffón. Aún hoy se me pone la piel de gallina.

Y no perderé el tiempo en escribir sobre Cristiano Ronaldo, que ya lo hacen otros. Ni de Etoo, a quien Guardiola “desprecia”, mientras mima a Henry. No, no voy a perder el tiempo en pretemporadas, que dejaron de interesarme hace mucho. Cuando llegue la Liga, y la de Campeones, volveremos al fútbol. Mientras, queda recordar, y tratar de escribir de los recuerdos, que algunos son muy bonitos.