Maracana-1950

25 de febrero de 2008

Los mejores


La liga inglesa, la italiana y la nuestra luchan por el privilegio de contar con los mejores jugadores del mundo. En general, es cuestión de dinero, pero por fortuna éste no lo es todo. También cuenta el talento: el de los ojeadores, que descubren perlas en cualquier sitio, y el de los propios chavales, que se hacen con un sitio en sus clubes de toda la vida a costa del sacrificio propio de un deporte de tanta exigencia.

En España tenemos gente de calidad que nos hace disfrutar partido tras partido. Me gusta fijarme en ellos: son tipos que ven el fútbol un poco mejor que los demás, que conocen el juego al dedillo. Eligen casi siempre la mejor opción, y sus compañeros confían en ellos cuando se acerca el final y las piernas empiezan a temblar: por eso se les llama cracks. Deciden cuando hay que hacerlo.

Citaré a algunos de ellos: Iniesta, por su verticalidad. Forlán, cuyos disparos llevan veneno siempre. Raúl, que ha sido el mejor jugador español durante muchos años. Etoo, porque tiene más hambre que nadie. Kanouté, un superclase desconocido (incluso para él) hasta hace bien poco. Villa, Márquez, Robinho, Luis Fabiano, Riera, Ibagaza, Silva…

Pero, entre todos ellos, destaco a cinco:

Casillas: a lo largo de su ya larga trayectoria ha decidido partidos y títulos, en ocasiones sin demasiada ayuda. Ahora recuerdo sus primeras actuaciones como titular: fueron titubeantes, como corresponde a un portero al que le falta experiencia. Seguramente su mayor noche de gloria sucedió el día en que el Real Madrid se alzaba con la novena Copa de Europa, frente al Bayern Leverkusen, justo la temporada en que se puso más en duda su titularidad. Dentro de unas cuantas décadas se hablará mucho de él. Pero lo queda una deuda pendiente, hacer con la roja lo que ha repetido tantas veces en su club.

Agüero: vino de Independiente, con fama de buen pelotero. Pero ya se sabe: era joven, los defensas aquí no regalan nada, y por tanto había que esperar. Desde el primer día, casi desde su primera acción, ha demostrado su calidad. Aguirre no quiso darle la titularidad demasiado pronto. Se la ganó a puñetazos, y es junto a Forlán lo único sólido en lo que se sujeta el Atlético de Madrid. Siempre tiene algún detalle que maravilla. Siendo bajito, mete goles hasta con la cabeza. Le comparan con Romario, y no es casualidad: ambos, más que jugar al fútbol, parece que van dejando pinceladas.

Messi: cuando recibe la pelota, y se pone a correr, con ella pegada al pie, no hay tiempo ni para parpadear, porque la probabilidad de que en un par de segundos monte un lío descomunal a la defensa son altas. Antes no tenía gol, pero aquello ya es historia. Las lesiones y la irregularidad son su talón de Aquiles. Puede marcar una época, si es capaz de superar esas cosas. Lo más parecido a Maradona: clavó su gol ante Inglaterra, ahora le falta hacerlo en un partido como aquél. Ocasiones no le van a faltar. Para pasar a la historia debe darle títulos al Barcelona y a Argentina. Tiene el mundo en sus manos, pero ahora le toca a él comérselo.

Van Nistelrooy: durante años sus goles nos llegaban a través de la tele. En el Manchester, al que llegó tras meter unos cuantos en el PSV, dejó una huella imborrable. Es un killer del área. Cuando en la radio dicen “chuta Van Nistelrooy”, la palabra siguiente casi siempre es “gol”. Sin ser ya todo lo que era, simplemente por cuestión de edad, fue el principal responsable de que el Real Madrid ganase la liga pasada. Prototipo de jugador insaciable, que piensa constantemente en marcar. Al igual que Messi, se le puede achacar que tiene rachas en las que no se le ve tanto. En cualquier caso, un lujo para nuestro fútbol, aunque llegase un poco tarde.

Alves: con él finalizo. Es un defensa que no defiende, así que nos encontramos ya de inicio con un jugador peculiar. Su entrenador necesita a alguien que cubra su zona, porque sabe que se pasa medio partido atacando. Es interior, cerebro, extremo. La pone como nadie en al área. Sube y baja sin descanso. Se echa el equipo a sus espaldas. Está en todas partes, siempre eligiendo la mejor opción. Listo para aburrir. Trató de irse a un club de fama mundial el verano pasado, pero su club no le dejó marchar. Tiene tan sólo veinticuatro años. Para mí es el mejor de los cinco. Una maravilla verle correr por el campo.

1 de febrero de 2008

Balonmano y tenis


Quiero destacar dos competiciones deportivas que han acaparado la atención de los aficionados durante los últimos quince días. Por un lado, el europeo de Noruega de balonmano, donde los nuestros anduvieron flojos de principio a fin. La derrota tan clara del primer día ante Hungría, que quisimos achacar a los nervios iniciales, y a la ausencia de un portero de garantías (Sierra estuvo mal), en realidad nos enseñó el camino que nos quedaba por sufrir. Finalmente sólo se hizo un gran partido, ante Alemania. El resto, con Hombrados luciéndose y llegando a porcentajes muy altos de acierto, fue un querer y no poder. Las dos derrotas por un solo gol, en finales mal jugados, hicieron mucho daño y nos dejaron sin opciones. La trayectoria de Pastor al frente de la selección, por tanto, lleva una curva descendente que empieza a preocupar. Tomó a un equipo que no funcionaba (la trayectoria de Argilés al frente de la selección sólo puede calificarse como mala), y fue capaz de invertir esa situación, dirigiendo magistralmente a los nuestros hacia el hito histórico que supuso el oro de Túnez. En el europeo siguiente se mantuvo el nivel, y sólo una Francia en estado de gracia privó a los nuestros de repetir el metal más preciado. En Alemania ya no fue lo mismo, aunque el robo perpetrado por los anfitriones oscureciera los síntomas decadentes. Ahora no hay duda, hay que revitalizar al equipo de nuevo. Con esto no quiero decir que Pastor deba irse, porque los méritos acumulados le dan crédito, pero sí toca reflexionar entre todos, estudiar las carencias y volver a la buena senda. Además, hay que hacerlo rápido, porque quedarnos sin balonmano en las olimpiadas sería muy duro.
El campeonato se lo llevó Dinamarca, lo cual supone una sorpresa, porque aunque los nórdicos tengan buen nivel, no suelen estar tan arriba. Croacia le ganó a Francia lo que parecía la final anticipada, pero luego el cansancio y la excesiva dependencia de Balic les hizo morder el polvo en el momento decisivo.

Por otro lado, el Open de Australia. La participación española, en general, ha sido buena. Uno en semifinales, y dos en cuartos, es un buen bagaje. Sin olvidar a Ferrero, que por momentos recordó al gran jugador que fue, ya hace algún tiempo. David Ferrer sigue a un nivel altísimo, que es el máximo que puede ofrecer, y que le llega para competir con los mejores. Pero quiero detenerme en Nadal: de un tiempo a esta parte, el manacorí ha perdido su esencia, aquello que le diferenciaba del resto y que le convertía en un ídolo para tanta gente. Pocos deportistas han despertado en mí tal admiración. Sin embargo, en los últimos meses ha sufrido derrotas muy claras, en partidos en los que no ha mostrado esa capacidad de reacción que tanto le caracterizaba. Me da pena que, víctima de esos problemas físicos que tanto daño le están infligiendo, nos privemos de disfrutar de ese tipo que, con dos sets en contra, conseguía que nadie se levantara del sillón, porque las probabilidades de remontada eran altas. Ahora, cuando los partidos se ponen difíciles, no vemos a ese Nadal. Supongo que le han aconsejado, casi obligado, a que “tire” los partidos que vea muy complicados. Forzar puede suponer acortar su carrera. Tiene que dosificar, si quiere continuar jugando muchos años. Hace bien Nadal, pero ya no es lo mismo. Supongo que a él, con el carácter que tiene, tampoco le hará ninguna gracia.
Otro mal síntoma: para la eliminatoria de Copa Davis, en Perú, no viaja Nadal. Ferrero tampoco ha querido ir. Debo decir que nunca me ha gustado que los tenistas se borren a veces, y que luego vuelvan al equipo cuando les venga en gana. Tampoco creo que eso le gustara a Nadal cuando era un chaval y veía los partidos de la Copa Davis en la tele. Así que, también ahí, me inclino a sospechar que le han aconsejado. Pero debe tener cuidado: no es la primera vez que dice no al equipo nacional, y sus últimas declaraciones no han sido afortunadas. Lo cierto es que, al menos para mí, Nadal se ha bajado del pedestal.
Djokovic le dio una alegría a todos los serbios alzándose con el primer Grand Slam de su carrera. No será el último, y me atrevo a pronosticar que este mismo año jugará alguna final más. El rival, Tsonga, ha jugado a un nivel hasta ahora desconocido en él. Es curioso lo que sucede en el tenis, y en algún otro deporte, como el ciclismo, en los que en momentos concretos se alcanzan puntos de forma a los que luego es casi imposible volver. Al francés, en la final, le sobraron los nervios, que le llevaron a fallar más de la cuenta.

Crisis total


Pesadilla. Esa es la palabra que me parece más adecuada para definir la situación que vive el Valencia. Los aficionados del equipo che serían felices si, con una varita mágica, pudiesen conseguir que Quique, su Quique amado y odiado a la vez, volviese al banquillo, que Albelda y compañía retornaran a los terrenos de juego, y que todo lo ocurrido en los últimos meses no fuese verdad.

El partido de Villarreal, equipo que le ha pintado la cara en los dos partidos del año, es un paso más en el descenso infinito en que parece inmerso el club que dirige Juan Soler. El presidente, que cuando habla suele equivocarse, lo hace menos que cuando actúa. Se dejó llevar por la enorme presión que rodea al club y, recién iniciada la campaña, prescindió del entrenador. Quiso traerse a una figura mediática, y firmó a Koeman, un entrenador que gusta del juego conservador, nada que ver con Rijkaard, o Schuster, por ejemplo. Por tanto, su estilo de juego no se adecúa a lo que demandan los aficionados valencianistas, que piden toque y juego de ataque. En cualquier momento Koeman caerá, si no se va él antes. Pero, como dice Menotti, lo malo de los presidentes no es que cesen a los entrenadores. Lo malo es que no saben para qué los fichan. En el banquillo de Villarreal era difícil saber en qué pensaba. En cambio, a Bakero le delataba su cara. Está perdido.

Da miedo pensar que la plantilla valencianista es la columna vertebral de la selección. Empecemos por la delantera y vayamos hacia atrás: Villa desapareció del mapa en cuanto la situación empezó a torcerse, y no parece con fuerzas para tirar del carro. Vicente, que iba para figura, se ha perdido en un mar de lesiones y en el camino se ha dejado toda la chispa que tenía. Incluso Silva parece noqueado. En el centro del campo, Baraja ofrece trabajo, pero se ha convertido, ya hace tiempo, en un jugador plano. Marchena acompaña, pero no tiene calidad para más. De la defensa, una de las más goleadas del campeonato, mejor no hablar. Lo del portero es de chiste, se prescindió de Cañizares justo cuando empezaba a coger la forma.
Los fichajes han sido caros y en algún caso, inexplicables. Fernandes costó tres mil kilos, no jugó nada y se fue por la puerta de atrás. Zigic también supuso un dineral, pero es muy aprovechable en este momento, y ya se ha visto. Sin embargo, han estado a punto de cederle a la Real Sociedad, y sólo le han salvado los goles de las últimas semanas. ¿Tan ciegos están? Banega trae buena fama, tiene maneras de buen pelotero, pero poca experiencia para tanto desconcierto. Ojalá salga bien esa apuesta.

Todo esto cambiará, pero la situación se ha torcido mucho como para esperar un resurgimiento en las próximas semanas. Los aficionados, en este momento, deben priorizar sus objetivos. Sumar cuarenta puntos, y avanzar como sea en la Copa, serían los primeros pasos. Luego, ir viendo luz al final del túnel. Pero, en el camino, ellos también tienen que hacer autocrítica. Fueron capaces de silbar a Cúper (dos finales de Copa de Europa en dos años), de gritar a Benítez (dos ligas y una Uefa en tres años) y de hacer insostenible la presencia de Quique. En un club todos cuentan. Para lo bueno y para lo malo.